jueves, 23 de enero de 2014

Huérfano.

La hora más temida de mi infancia,
en mi adultés llegó, como negro presagio
de que el final se acerca de mi vida,
ha llegado la hora de las despedidas
del soñar en donde reencontrarnos
y decir con lágrimas del alma
¡adios mamá!, ¡adios papá!, ¡Hasta siempre!
Hoy huérfano quede de ambos,
por fin descansan ya de ese andar
que honda huella dejo en aquellos que toco,
ya no habrá mas caras sonrientes
que se alegraban de vernos
en las rutinarias visitas del Domingo,
ni habrá esas bendiciones que viéndome partir
parados en la ventana de la sala agitaban las manos
dibujaban la señal de la cruz y deseos de buen camino.
Hoy solo queda soledad y paredes frías,
muebles, libros, fotografías que cuentan una historia,
de una familia que en las buenas y en las malas
sobrevivió hasta estos días, en el que el silencio
es mudo testigo de aquellas anécdotas
que alguna vez causaron enseñanza.
Adios a mi Río Sena 41,
a mi Torres Adalid, a mi Londres 25
y a mi Coyoacán amado, a ese patrimonio
que ambos forjaron con cariño para sus hijos.
Hoy al caminar lento, recuerdo a mis padres
con ese mismo caminar que no era por viejos,
sino por llevar a cuestas ese cargamento de recuerdos
que a momentos alegra, a momentos entristece.
pero que de ellos estamos forjados.
Verlos partir desgarro mi alma,
sobre todo a mi padre, mi amigo y confidente
que siempre estuvo ahí en mis momentos difíciles,
ese hombre ejemplo de lealtad y de todos los valores,
y que la enfermedad y la incomprensión,
acabaron por doblegar su espíritu luchador,
y que al final en fiero silencio peleo
como guerrero que siempre fue,
con la muerte con la cual perdió.
Dejándome en un llanto silencioso
del cual no encuentro consuelo,
al comprender que huérfano quede
de madre y padre.



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