martes, 20 de julio de 2010

Mirando al futuro.

Caminado por la vida se da uno cuenta que somos producto de nuestro pasado y que el futuro cuando llegue a ser presente, también lo será. Igualmente sucede con las instituciones, acumulan años, acumulan experiencia, pero esta permanece almacenada ante el desdén de los nuevos directivos que ansiosos de imponer sus estilos, descalifican lo anterior y lo critican, desbaratando el esfuerzo e iniciando nuevamente el asenso o descenso de acuerdo a sus capacidades y que muy pronto caen en el olvido ante la no trascendencia de sus actos, enriqueciendo el archivo de la dependencia.

Afortunadamente el valor de una institución es el que le da la gente que pertenece a ella y que lleva puesta la camiseta y que alza la voz ante las injusticias, pero que demuestra con trabajo sus verdades, que no cae ante la politiquería, ni se entusiasma ante las promesas, que responde ante los retos y no a las imposiciones, que sabe conciliar, dialogar ante las provocaciones, que necesita de un líder y no de un dictador, que quiere construir las bases sólidas ante la responsabilidad que se tiene y no actuar por inercias e imprevistos.

Pero de esos momentos lo mas increíble de todo y triste de lamentar, es la servilidad en que caen algunos, ante intereses personales y falsas adulaciones que adormecen al jerarca ante la miel de los halagos y que pareciera que los adormece cerrando los ojos ante los reales problemas que aquejan y constituyen verdaderos focos de alerta que si se atendieran como debiera se convertirían en fortalezas pero al no hacerlo debilitan la institución y la colocan en situaciones problemáticas, ante la mirada indiferente de quienes debieran estar defendiendo los intereses de la clase trabajadora, como son las autoridades sindicales, que solamente actúan a conveniencia.

¿Que nos queda por hacer?, ¡callar!, como lo hacen tantos que aceptan la intransigencia como algo natural, sin protestar aunque se vean afectados sus intereses o ¡revelarse, para ser callados por la violencia de los aparatos represores. Afortunadamente existen personas que todavía anteponen la libertad de sus ideas en un país en el que gana más el que patea un balón, que el que inventa la cura de una enfermedad o desarrolla un invento que beneficiará a millones de seres humanos, vivimos en los tiempos de la sinrazón porqué es delito pensar cuando la nación solamente requiere mano de obra con competencias para apretar los botones de las computadoras que controlan las máquinas.

Se nos califica como los eternos protestantes que marchamos al zócalo de la ciudad de Mexico gritando y perjudicando a terceros con tal de que nuestros líderes se beneficien, somos esas ovejas que con tal de un paseo a la ciudad, una torta y un refresco, apoyamos cualquier causa, ¡menos la nuestra!, nos dan miedo los cambios, por eso votamos por lo malo conocido y no lo bueno por conocer, seguimos enseñando con gises porque las computadoras van a desbancar al maestro y nos da pena aprender de nuestros alumnos. Se nos hace mas fácil pagar que aprender, buscamos soluciones cómodas a nuestros problemas y la ley del menor esfuerzo para ganar mas dinero, criticamos a todos y por todo y no somos capaces de vernos al espejo para empezar por nosotros mismos.

Es tiempo de cambiar, sin esperar a que gane la selección de fútbol, alzar la voz cuando a mi me afecte y si afecta a otros pues entre todos haremos mas ruido, pero convencidos de hacerlo y no porque a mi líder se le ocurrió ir a cerrar la vialidad porque no le dieron su bono extra. Ser ese grano de arena que comience una avalancha, ser el primero en hacerlo, en decirlo, y si me equivoco el primero en aceptarlo. Ser la diferencia y no el indiferente, ser alguien que se preocupa por el presente porque mi mañana depende de lo que haga en este mismo momento, y no de lo que deje para mañana. Labremos el hoy, convencidos de hacerlo lo mejor posible ya que el hacerlo miramos el futuro, día por día.

Somos un pueblo de triunfadores, no dejemos que otros no digan lo contrario, no dejemos que nos envenenen la mente con palabrería o con sustancias que nos dejen sin pensar, que el miedo no nos atemorice y que la violencia no gane terreno, somos muchos pero muchos más los que amamos la paz, el trabajo honrado y a nuestra familia. ¡Unidos haremos la diferencia pero empezando hoy!

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